lunes, 12 de marzo de 2012
OLIVOS
Las culturas mediterráneas están trenzadas a este árbol que ha sido venerado, cultivado y expandido desde los mismos tiempos en que se originan sus propias culturas: un olivo creció en la tumba del propio Adán; una pequeña rama llevada en el pico de una provisoria paloma anunció a Noé el principio del resurgir del mundo vivo que él rescató. Esta creencia se encuentra inicialmente en las leyendas asirias y después en la del Noé bíblico recopilado, así mismo, por el Corán. Jesús de Nazaret, lloró en un huerto de olivos ante la proximidad de su muerte que se consumaría en una cruz de olivo, según antiguas versiones cristianas.
Entre los mitos del génesis griego se encuentra la disputa de Poseidón, Dios de las aguas, y Atenea, diosa de la sabiduría y de la guerra. La confrontación se resolvió en una pacifica contienda cuyo juez sería el rey Cécrope (Cecrop) y su pueblo. En la contienda, Poseidón clavó su tridente en tierra de donde salió un brioso caballo. Atenea clavó su lanza en una roca de la cual brotó un olivo. El rey Cécrope y los atenienses dieron el triunfo a la diosa Atenea, puesto que el olivo produciría la ansiada paz y prosperidad al pueblo.
La victoria trajo como consecuencia la fundación de una ciudad que desde ese momento (según esta leyenda) fue nombrada Atenas. El árbol que creció fue un centenario olivo que los atenienses veneraron y cuidaron durante siglos dentro del propio recinto de la Acrópolis. Atenas fue dedicada a su protectora, quien por otro lado representaba los atributos de sabiduría y justicia que permitían el desarrollo de las artes, el cultivo y la paz; atributos que distinguieron a esta gran ciudad y sus habitantes.
El león que mató Heracles cuando apenas contaba con dieciocho años, cayó abatido por una estaca sin trabajar, que el héroe tomó de un olivo silvestre que crecía en el monte Helicón. El olivo brinda una madera fuerte y elástica, símbolos que se atribuyen al héroe griego adoptado por los romanos como Hércules. Los productos de este árbol acompañaron a Heracles hasta su muerte. Su cadáver, según la propia voluntad del héroe, fue incinerado con madera de roble y olivo, y su fuego hecho con una varilla de olivo friccionada sobre una base de roble: los dos grandes árboles míticos de la antigüedad.
Higinio cuenta que este árbol era utilizado para ahuyentar a los malos espíritus. La costumbre griega, que pervivió en el Mediterráneo durante siglos, consistente en colocar ramas de olivo en las puertas de los hogares, responde a esta ancestral costumbre e indica una de las propiedades mágicas del olivo: la de proteger los hogares infundiendo paz y ahuyentando el mal.
Cuando Teseo preparaba su expedición a Creta, ofreció sacrificios al dios Apolo, al mismo tiempo que le ofrendaba una rama del árbol sagrado del Acrópolis adornada con lana virgen. Esta costumbre pasó a los romanos y está documentada en Tito Libio.
Los vencedores en los juegos olímpicos griegos eran coronados con ramas trenzadas de olivo; originalmente, la rama no provenía de cualquier olivo sino justamente del árbol sagrado de la Acrópolis, cuya historia está ligada a los orígenes de la cultura griega. Sin embargo, no siempre fue así: desde la primera Olimpiada a la séptima se utilizaron coronas trenzadas de manzano hasta que Pausanias consultó al oráculo de Delfos, quien le indicó que abandonara el manzano y en su lugar utilizara las ramas de un árbol que crecía en los alrededores y que estaba cubierto de telarañas. Pausanias encontró ese árbol; se trataba de un acebuche.
Fragon de Talles dice que desde la séptima olimpiada se instituyó la rama de olivo, puesto que tenía la categoría suficiente para coronar a los vencedores, los cuales se equiparaban en la tierra al Zeus de los cielos griegos.
Las festividades olímpicas tenían su paralelismo en los juegos femeninos que se realizaban cada cuatro años en honor a Hera, la esposa de Zeus. La contienda consistía en una carrera de carros tirados por cuatro caballos. La ganadora recibía una corona de olivo y durante un año tenía ciertos privilegios en la ciudad de Atenas. Frazer ve en esta festividad un paralelismo con el antiguo matrimonio del sol y la luna en las culturas arcaicas e identifica a la figura femenina con la luna, la cual se encuentra asociada al olivo en monedas y otras representaciones.
Los curetas y las sacerdotisas de los templos de Donoa dormían sobre hojas de olivo para que la madre tierra, a través de su árbol predilecto, les infundiera el saber oracular; esto habla de una tradición anterior donde el olivo era considerado representación telúrica.
Esta documentada opinión de Frazer puede precisarse: la corpulencia y amplitud de las raíces de este árbol lo identifican naturalmente con la tierra, por ello, la tradición de los cureta era dormir bajo su copa. Pero ramas y hojas son plateadas en virtud de las sustancias céreas que recubren su epidermis, como estrategia del árbol para no perder agua y resistir las sequías de las regiones donde habita.
En las noches, la copa del olivo reluce con la blancura de la luna y su apariencia plateada lo identifica con ella. Esta duplicidad pasa a la diosa que lo ama y representa, Atenea, la cual participa de una doble condición: de guerrera, que solo viste sus armas defensivamente, y de reina de la noche. Los sabios ojos de búho de la diosa representan al ave nocturna que canta al cobijo de los olivos.
Las sacerdotisas adivinas tenían una noche perfecta para el oráculo: dormir en verano en un olivar entre las argénteas hojas de sus árboles, dejándose llevar por la magia de la luna llena y el canto agudo de la vigilia nocturna de los cárabos.
El olivo también simbolizaba la fertilidad. Su abundancia en flores y frutos infundía su virtud a las tierras y a las familias que a él recurrían. Los griegos celebraban durante las fiestas dionisiacas ritos y procesiones en los cuales portaban ramas de olivo, flores y frutas; estas fiestas debían propiciar las buenas cosechas; también portaban las consabidas ramas envueltas con hebras de lana.
De la época de los griegos arranca la costumbre de labrar con madera de olivo imágenes (ahora de santos), los cuales eran colocados en los campos para que propiciaran buenas cosechas. Algunas de estas estatuillas han sido reproducidas en bajorrelieves descriptivos, procedentes de la Grecia del siglo I.
El aspecto solemne y noble del aceitunero representaba las categorías que los hombres esperaban de la vida tranquila. Son innumerables las citas referentes al olivo como árbol de la paz: Virgilio en la Eneida refiere cómo Eneas cuando llega a la región del río Tiber es preguntado por Palante, hijo del rey Evandro, si sus intenciones son pacíficas o viene a hacer la guerra. Eneas responde con una rama de olivo que le muestra desde la popa de su barco. Orestes hace lo propio al dirigirse a Apolo como suplicante.
Jesucristo entró en Jerusalén y fue recibido con palmas y ramos de olivo. Tal era el símbolo universal de paz y abundancia que el olivo representaba en todas las culturas mediterráneas, que continúa jugando ese papel universal al lado de la paloma.
El aceite de oliva fue para los judíos no solo un combustible para alumbrar la noche con los candiles, sino que tenía también una connotación religiosa. El aceite sagrado que representaba el papel de ungidor en la cultura hebrea fue adoptado por los cristianos.
La veneración por el aceite se encuentra mostrada en estas poéticas y bellas frases del Corán:
"Dios es la luz de los cielos y la tierra. Su luz es como la de un candil en una hornacina....Se enciende gracias al árbol bendito del olivo, el árbol que no es oriental ni occidental, cuyo aceite alumbra casi sin tocar el fuego: es luz de la Luz".
En la tradición cristiana, varias son las vírgenes aparecidas al pie o en los troncos de los árboles. La Mare de Deu de Montolivet se apareció a un soldado cuando fue apresado en Palestina; el relato cuenta que se quedó dormido bajo un olivo y cuando despertó encontró un manto con la imagen de la virgen, pero ahora el olivo estaba en el su pueblo natal, Russafa, Valencia, en el monte que ahora lleva el nombre de la virgen. Esto debió ocurrir, según cuenta la leyenda, hacia el año 1350.
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