Hoy dicen los periódicos que tenemos una víctima más por la agresión de su contrario y nunca mejor dicho, otra muerte gratuita. Otra mujer más que sabe desde bien joven cuanto duelen los golpes y las humillaciones de ese príncipe azul (azul escupidera como diría mi hermana Esther), el hombre de su vida, el que es padre de sus hijos, en este caso uno todavía en el vientre cuando este desgraciado la estaba matando. Otra mujer más que como otras muchas quitan la denuncia por la inseguridad de no saber que hacer sin él después de tantos años, por no dejar a esos niños sin su padre, mal padre pero el suyo.
Dicen las psicólogas que muchas veces cuando estos tarados vienen a picar a la puerta suplicando perdón las victimas no están en condiciones de decir que no, si a esto sumamos la dilatación de los procesos judiciales y la presión que los tarados ejercen sobre ellas el resultado vuelve a ser otra muerte por malos tratos de un tarado hacia su mujer y a esa misma hora en cualquier otro lugar otras muchas mujeres a golpes siguen aprendiendo a callar.